LA ENFERMEDAD

La salud (bienestar) y la enfermedad (malestar) son manifestaciones del grado de equilibrio hormonal alcanzado por el organismo y forman parte integrante de la propia vida, como consecuencia directa de los procesos biológicos y de las interacciones de nuestro genoma con el medio ambiente físico, psíquico y social.

La enfermedad se puede entender bien como un proceso activo, que afecta al ser vivo o bien como la consecuencia del mismo proceso y se caracteriza por una alteración del estado de salud. Este proceso de enfermedad puede ser provocado por factores, tanto internos del organismo, como externos a él.

Cada vez más habitualmente consideramos a la enfermedad como una situación de desequilibrio, que se opone al estado de bienestar o salud (paradigma del perfecto equilibrio), puesto que interpretamos que la enfermedad es un efecto negativo, consecuencia de algún tipo de alteración o desarmonización en el equilibrio hormonal y orgánico.

En pura teoría, solo debería existir una sola enfermedad, opuesta a una sola salud, pero la identificación de diferentes procesos y estados que alteran el bienestar, nos ha llevado a distinguir un enorme número de entidades nosológicas, unas interpretadas como enfermedades y otras como síndromes, entidades clínicas, alteraciones, trastornos, etc., dependiendo de las tipificaciones y clasificaciones, tradicionalmente determinadas por la experiencia humana.

Las enfermedades son en realidad categorías mentales, cada una de las cuales tiene un significado particular, que le proporciona la individualidad necesaria para que pueda ser entendida como una entidad nosológica distinta de las demás, en función de los elementos diferenciales que la caracterizan, aunque en bastantes casos, existen lagunas e incertidumbres en algunos aspectos que hacen difícil alcanzar una descripción precisa.

Así pues todas las enfermedades que han sido descritas a lo largo de la historia de la Medicina tienen componentes conceptuales que las categorizan y proporcionan puntos de referencia, para permitir valorar los aspectos comunes y los diferenciales entre unas y otras entidades nosológicas.

Entre las principales manifestaciones clínicas que presenta un individuo, que está siendo víctima  de una enfermedad, debemos señalar los signos y los síntomas referidos por él, como los referentes esenciales que permiten definir su cuadro clínico.

Los Síntomas son la expresión personal del enfermo sobre la propia percepción de la enfermedad que le aqueja, tienen un carácter subjetivo, son elementos muy variables, a veces poco fiables o no muy bien definidos, cuya interpretación puede resultar difícil, no obstante tienen un gran valor dentro del proceso diagnóstico.

Por ejemplo, la sensación de dolor que es uno de los principales síntomas que empujan al paciente a solicitar atención médica, puede resultar de difícil interpretación, pues no es infrecuente observar a individuos que lo magnifican, mientras otros lo minimizan extremadamente.

Los Signos Clínicos son indicadores obtenidos de los exámenes y exploraciones, realizados y recogidos de la corporalidad del paciente a partir de la observación, el olfato, la palpación, la percusión, la auscultación y de la aplicación de diversas maniobras especificas.

En general podemos decir que la enfermedad supone una alteración funcional, que puede afectar a la estructura de un órgano o de un sistema concreto y puede llegar a poner en riesgo las reacciones vitales de todo el organismo.

La enfermedad también podría definirse como el resultado de una respuesta inadecuada o insuficiente frente a los estímulos, bien por déficit en los mecanismos de adaptación, bien por falta de las reacciones adecuadas ante las demandas.

De todas formas lo lógicamente esperable en presencia de un medio ambiente amigable o bien controlado, sería el estado de salud pleno, dado que nuestro organismo dispone de un programa activo de crecimiento con los mecanismos de adaptación necesarios para un correcto desarrollo de todas y cada una de sus funciones.

Esto es así al menos durante los treinta primeros años de vida, aunque poco a poco va perdiendo esa capacidad de regeneración total y se va limitando, pero siempre en función de los estilos de vida adoptados, que entorpecen una correcta interacción con el medio ambiente físico, psíquico y sociocultural.

Si nuestro organismo está capacitado para superar todo tipo de eventualidades y dispone de los adecuados mecanismos de adaptación para obtener el máximo nivel de salud, deberemos emplear nuestro esfuerzo fundamentalmente en suavizar o evitar las condiciones agresivas o extremas del medio ambiente y en aportar todos los recursos, que precise nuestro organismo para su correcto desarrollo.

Según estas premisas no parece coherente ni aceptable ni justificable que en nuestra “desarrollada y opulenta sociedad” haya un número de enfermos tan elevado, que sigue de manera imparable en continuo crecimiento. Algo estaremos haciendo mal, cuando la sombra de la enfermedad cada vez es más alargada y amenazante.

De siempre se ha atribuido un papel fundamental a los genes heredados a la hora de valorar los logros en la salud, pero cada día está más en entredicho su preponderancia y se estima que su participación no supera el 25 % de la influencia total.

Por otro lado van ganando terreno los defensores de la interacción con el medio ambiente, quienes demuestran que hasta un 75 % de los logros en salud deben ser adjudicados a este conjunto de hábitos saludables y estilos de vida, que se podrían concretar en: Aprender a alimentarse, a descansar y relajarse, a llevar una vida activa física y mentalmente y a organizarse la vida superando el estrés crónico.

Las causas que están detrás de las enfermedades, a las que se les puede atribuir su producción, generalmente no suelen ser muy patentes, ni fácilmente identificables, al menos para un buen número de ellas, mientras que para otras enfermedades la relación causa-efecto es más evidente, como es el caso de algunas enfermedades infecciosas.

Mediante la palabra “etiología” el lenguaje médico trata de identificar la o las causas de la enfermedad, tanto si estas son consideradas solo como posibles, como probables o como ciertas, aunque la causa de una enfermedad no siempre es única y en muchos casos se ha demostrado que son policausales, puesto que en ellas han intervenido varios factores patogénicos.