EQUILIBRIO Y SALUD

“In medio est virtus” reza la sabiduría clásica, avalada por la experiencia y la observación cotidiana, y en realidad esta aseveración se ajusta magistralmente al funcionamiento natural de nuestro organismo, que huye sistemáticamente de los extremos y busca afianzarse en las zonas equidistantes.

En nuestra relación con el medio ambiente tratamos habitualmente de encontrar situaciones intermedias en las que establecernos, si tenemos calor buscamos el frio y viceversa, si hay exceso de sol procuramos la sombra, si tenemos hambre (hipoglucemia) tratamos de alimentarnos y llegar a sentir la sensación de saciedad (normoglucemia), huimos del aire viciado por los humos y buscamos las corrientes de aire en las zonas menos contaminadas,  en definitiva la búsqueda del bienestar en sus múltiples facetas es el motor, que nos hace trabajar para procurarnos las condiciones idóneas de subsistencia.

Sin una buena razón para vivir no buscamos ni encontramos lógicamente la energía suficiente para superar las dificultades que nos presenta el medio ambiente. Todos conocemos casos de personas que tiran la toalla y se niegan a seguir peleando en la lucha por la vida y acaban abandonándose a su… “mala suerte”.

Solo cuando nuestro organismo está en equilibrio perfecto se siente satisfecho y aparece la sensación de bienestar, que si se consigue a todos los niveles (físico, mental y social), podremos confirmar que tenemos salud plena.

Todas nuestras hormonas, que son las encargadas de establecer y mantener el orden funcional, deben estar presentes en nuestro organismo y persistir en unos niveles adecuados, puesto que tanto su carencia como su exceso son incompatibles con el óptimo funcionamiento del sistema. Recordemos como la falta de insulina es incompatible con la vida de la misma forma que su exceso. Lo mismo podemos decir de     la hidrocortisona, la tiroxina, la serotonina, la dopamina, la melatonina, etc.

Según estas premisas el ser humano en el primer mundo, como nunca anteriormente,  tiene la posibilidad de disponer de múltiples recursos, capaces de dulcificar el medio y proporcionarse todas las claves para alcanzar el equilibrio y podría estar en condiciones óptimas para lograr y mantener la salud de manera continuada.

Hay que abrir una puerta a la esperanza y empezar a cambiar ciertas apreciaciones y conceptos antiguos, basados en experiencias traumáticas de un pasado plagado de restricciones y carencias, que orientaba a la sociedad hacia la única salida coherente, es decir, hacia la enfermedad y la muerte prematuras como consecuencia normal frente a las dificultades para el control del medio ambiente y el abastecimiento de recursos.

Hoy podemos decir que con los conocimientos y los medios actuales el ser humano del primer mundo, si está bien educado en la obtención de su salud, si se empeña y si se responsabiliza de su autogestión, puede llegar a vivir de manera natural en un perfecto estado de bienestar físico, mental y social. Es decir vivir en salud sin necesidad de una dependencia tan exhaustiva de los recursos médico-farmacéuticos.

Recientemente estamos asistiendo a un nuevo descubrimiento biológico que parece tener visos de extraordinaria importancia para la curación de numerosas enfermedades. Se trata de las llamadas “células madre” adultas que están demostrando su capacidad para regenerar cualquier célula, grupo celular y hasta un órgano completo, si persiste el entramado original.

Se denomina “terapia regenerativa” y está abriendo la puerta de la esperanza a muchos enfermemos, que por diferentes causas han perdido un órgano o parte de él y son candidatos a algún tipo de trasplante.

Las técnicas empleadas son diversas, aunque todas parecen seguir un protocolo básico común, consistente en seleccionar células madre adultas del candidato al trasplante, cultivarlas, estimularlas adecuadamente y ponerlas en contacto íntimo y persistente con la matriz estructural a la que previamente le ha sido eliminado el tejido celular dañado o incompatible con el receptor. Es como si al entramado del tejido conectivo le quitaran las células viejas o dañadas y las sustituyeran por unas nuevas de reciente fabricación a su medida según demanda.

El haber podido encontrar una solución tan extraordinaria para poder reparar los deterioros que sufre el organismo en el devenir de la vida nos llena de esperanza y nos hace soñar con la posibilidad de que algún día, con la valiosísima colaboración de unos sofisticadísimos laboratorios, seamos capaces de disponer de recambios para podernos sustituir las piezas estropeadas.

Pero amigos el descubrimiento de este mecanismo de renovación es en realidad tan novedoso?  No es el mismo procedimiento que utiliza la estrella de mar para regenerar el brazo perdido?  No coincide también con la secuencia que utilizan las lagartijas para recrear su cola?  Y acaso no está ocurriendo continuamente en nuestro cuerpo la renovación de las células que se nos mueren de forma natural y aun las que perdemos bruscamente en algunas lesiones traumáticas?

Entiéndanme bien no quiero restar la mínima importancia a los nuevos descubrimientos, que están llenando de esperanza a muchos investigadores y a muchísimos enfermos, pero quiero que nos demos cuenta de las soluciones maravillosas que nos está brindando la naturaleza diariamente y que podemos disponer de ellas ya.

En nuestro cuerpo hay células madre adultas, tenemos el mejor laboratorio del mundo para multiplicarlas y estimularlas, ellas saben encontrar perfectamente las células deterioradas y sustituirlas por otras nuevas (lo vienen haciendo con la mayor eficiencia desde el nacimiento), cada día nos sustituyen entre 30 y 50 millones de células y son las responsables de nuestra renovación celular.

Otro problema es si somos o no conscientes de su inestimable trabajo y si colaboramos adecuadamente en el proceso, aportando los materiales básicos suficientes y las condiciones medioambientales requeridas para su óptimo desarrollo funcional.