LA AUTOESTIMA

Una de las expresiones que con mayor frecuencia se detecta en las personas deprimidas es la pérdida de la autoestima, valor imprescindible, que necesitamos para enfrentar cualquier evento o circunstancia que nos exija una respuesta personal, como el saber adaptarse a las necesidades de lo que sucede y reaccionar de manera conveniente ante cada situación.

Para ello es fundamental un cierto grado de autoconocimiento, pues conforme avanzamos en esta experiencia interior se adquiere más confianza en nosotros mismos, más convicción en lo que hacemos, elevándose nuestra autoestima, que a medida que avanzamos, vemos cómo aumenta al evaluar los logros conseguidos por pequeños que estos parezcan.

Para progresar y perfeccionarnos, es esencial saber qué queremos, cuáles son nuestras metas, qué queremos mejorar de nosotros mismos y cómo podemos conseguirlo.

Ser conscientes de nuestras posibilidades, plantearnos metas coherentes y realistas es signo de quien se conoce bien a sí mismo y abre el camino para progresar en cualquier faceta de la vida.

El mejoramiento interior supone un cambio favorable no sólo en nosotros sino en nuestra vida y en la de los demás. Es un proceso progresivo, que precisa tiempo y paciencia.

Desde la infancia, cuando empezamos a practicar la reflexión y a lo largo de toda la vida consciente, vamos conformando la opinión que mantenemos de nosotros mismos, en base a lo que hemos ido aprendiendo de nuestro entorno más próximo y a la valoración que continuamente vamos haciendo de nuestros actos, junto a las sensaciones que vamos teniendo sobre la estimación que los demás expresan respecto a nuestro comportamiento.

Aunque el autentico valor práctico de la autoestima reside en que nos anima a conducirnos por la senda más aplaudida por el entorno y a seguir luchando tras la consecución de los objetivos.

Una autoestima equilibrada hace que nos sintamos armónicamente integrados en nosotros mismos, capaces de llevar las riendas de nuestra vida, de renovarnos con los nuevos retos que la vida nos presenta y, al mismo tiempo, aprender a ser tolerantes con los demás.

Es interesante tomar conciencia de que, cada uno somos para nosotros mismos, lo mejor que poseemos con unas características excepcionales, rodeadas también de unas zonas oscuras, que con excesiva frecuencia están ocultando nuestros valores reales, no obstante disponemos de las energías y posibilidades de cambio suficientes como para sacar a flote nuestras mejores capacidades.

Dada la amplitud del campo de acción, debemos ser conscientes de que estamos mejor preparados para algunas cosas que para otras y, si estas nos sobrepasan por distintos motivos en ciertos momentos, no significa que sean irrealizables sino que el trabajo y el esfuerzo deben ser mayores.

Cuanto mejor nos conozcamos a nosotros mismos, valoremos con objetividad nuestros límites y nuestras capacidades reales, menores riesgos de equivocación soportaremos en el devenir cotidiano. Se considera una señal de autentica sabiduría el saber compaginar el equilibrio entre las capacidades y las limitaciones de las personas frente a las dificultades de los proyectos.

Mejoramos el autoconocimiento cuando aprendemos a valorar con honestidad y sin temor nuestras capacidades y nuestros límites. Esto nos permite ir mucho más seguros por la vida y equivocarnos menos que si tratamos de exagerar o esconder, por exceso o por defecto, nuestros propios recursos, pues si persistimos en engañarnos a nosotros mismos, estamos abocados al fracaso.

La autoestima es uno de los elementos más gratificantes para vivir en armonía con nuestra piel y para relacionarnos satisfactoriamente con los demás y especialmente en el entorno sociofamiliar que nos toca vivir.

Mejorar nuestra autoestima debe ser uno de los objetivos prioritarios en nuestro plan de desarrollo personal, para ello precisamos valorar lo mejor de nosotros y lo que podemos perfeccionar, trabajando por superar los problemas y las dificultades personales, desarrollando la creatividad, buscando la objetividad y la independencia de criterios, afianzando la personalidad y ampliando la capacidad de relación positiva con el entorno.

Nunca debemos olvidar que todos los procesos mentales que el ser humano pueda llevar a cabo están mediados por una serie de hormonas, que actúan como verdaderos ejecutores y controladores de los impulsos cerebrales y estos, a su vez, dependen del substrato alimenticio, que hayamos aportado al sistema orgánico.

En pocas palabras, no puede existir un pensamiento correcto y equilibrado sin una adecuada base nutricional que le de soporte, por lo tanto, no podemos ser tan ingenuos de creer que, con solo aplicar intensamente todas las estrategias que hemos dibujado, lograremos los objetivos propuestos, si descuidamos el aporte nutricional necesario para poder confeccionar los ingredientes bioquímicos, que están en  la base de nuestros pensamientos más sublimes. De ahí la importancia vital de asegurar en todo momento los ingresos alimenticios imprescindibles para el normal funcionamiento del cerebro y de todo el organismo en general.

También la actividad física y el descanso reparador nos van a permitir eliminar la excesiva tensión nerviosa, hacernos más sociables y aumentar nuestra autoestima, recuperando el equilibrio emocional, de la misma forma que los momentos de ocio, bien administrados, nos ayudan a afrontar las circunstancias cotidianas con mayor lucidez, habilidad y perseverancia, disminuyendo el estrés, la ansiedad y mejorando los resultados globales de nuestro nuevo proyecto vital.