Microbioma y artritis: las bacterias intestinales se conectan con la enfermedad inflamatoria

S. Moreno.

27/07/2023  Un análisis metagenómico de adultos sanos y pacientes con enfermedades reumatológicas muestra que estas se vinculan a cambios en la población bacteriana intestinal.

El análisis de los microbiomas intestinales de 440 adultos saca a la luz la conexión entre una determinada composición de las bacterias que habitan el intestino y ciertas enfermedades reumatológicas.

Los autores del estudio, que se publica en el último número de Science Translational Medicine, aventuran haber encontrado una vía para la prevención o incluso el tratamiento de esas enfermedades, a través de la modulación microbiana.

De momento lo que hay sobre la mesa son nuevos datos que asocian la ubicua microbiota intestinal esta vez con la artritis reumatoide. El tiempo y la investigación dirá si esa conexión se traduce en nuevas formas de prevenir o de tratar a los pacientes.

La investigación parte del grupo de Curtis Huttenhower, quien dirige un laboratorio en la Universidad de Harvard que aplica técnicas bioinformáticas para entender, entre otras incógnitas, cómo influye la población bacteriana de nuestro organismo en la salud.

Junto al grupo de Huttenhower, al que se adscribe la primera autora del estudio, Kelsey Thompson, se suman otros científicos de centros estadounidenses y británicos, entre estos últimos de las universidades de Birmingham y de Oxford.

Los científicos estudiaron muestras de heces de 219 adultos sanos y 221 pacientes diagnosticados de artritis reumatoide, artritis psoriásica o espondilitis anquilosante.

Trío proinflamatorio
Los pacientes que tenían las formas más graves de la enfermedad mostraron una mayor presencia de la bacteria Ruminococcus gnavus; también de Escherichia coli y Streptococcus vestibularis, un trío bien conocido de microorganismos proinflamatorios.

Además, algunas de las vías de acción en las bacterias que predominaban en los pacientes con respecto a los adultos sanos se asocian a mecanismos de la captación de hierro en la digestión y de la metabolización de la vitamina B.

“Nuestro estudio contribuye a aumentar la evidencia creciente de que el microbioma intestinal y la inflamación del organismo están estrechamente asociados, probablemente tanto de forma casual como porque el microbioma intestinal actúa como mediador de los desencadenantes ambientales y también porque cambia en respuesta a la actividad inmunitaria”, escriben los investigadores.

Su hipótesis es que esto ocurre en parte debido a un "eco" funcional de la inflamación sistémica en el microbioma intestinal, como han desvelado procesos similares observados en la enfermedad inflamatoria intestinal y en la artritis.

También esta semana, y de nuevo en una revista científica de alto impacto, Nature Microbiology, un estudio vinculaba la microbiota intestinal con otra enfermedad prevalente: la esteatohepatitis no alcohólica.

En este estudio, el grupo Microbioma, Nutrición y Salud del Instituto de Agroquímica y Tecnología de Alimentos (IATA), centro del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), muestra la relación entre microbiota e hígado graso en modelo de ratón.

Los investigadores encuentran una clave en esa asociación. La inulina, una fibra dietética soluble presente de manera natural en alimentos como la alcachofa, los espárragos, la cebolla y el puerro, y que es fermentada por la microbiota intestinal, podría ayudar a prevenir la progresión de la esteatohepatitis no alcohólica.

Así lo muestran las investigadoras del consejo Yolanda Sanz, Alejandra Flor y Marta Olivares, autoras de esta amplia revisión de trabajos.

El estudio confirma que ciertos metabolitos producidos por las bacterias intestinales pueden mejorar las enfermedades relacionadas con la dieta.

En este caso, la fermentación de la inulina por la actividad de la bacteria Parabacteroides distasonis condujo a la producción de ácido pentadeconoico, que ayudó a reducir la esteatosis hepática y la inflamación en los animales.

En estudios recientes, esa bacteria ha evidenciado su contribución a reducir el aumento de peso, la hiperglucemia y la acumulación de grasa en ratones con obesidad.

Restaurar la barrera intestinal
“Los tratamientos con inulina, P. distasonis o ácido pentadeconoico, el resultante de la interacción entre la fibra alimentaria y la bacteria, protegen a los ratones contra la esteatohepatitis no alcohólica. Estos tratamientos podrían restaurar la función de la barrera intestinal”, afirman las autoras.

“En humanos, sin embargo, estos efectos, dependen de más variables que las estudiadas en ratones, como la capacidad del microbiota de cada individuo para metabolizar fibras específicas o el estilo de vida de cada persona”, sostienen.

“No obstante, este estudio ejemplifica el valor de rastrear los flujos de nutrientes entre la microbiota y el organismo huésped humano para diseñar dietas que modulen la microbiota intestinal, potenciando las funciones microbianas deseadas y así ayudar a mitigar las enfermedades metabólicas con prevalencia creciente”, resaltan.