¿CÓMO TRATAR LA DIABETES?

RESUMEN TÉCNICO

La Industria Farmacéutica ha desarrollado varias soluciones para paliar el problema. Los más empleados son los antidiabéticos orales, entre los que destacan las Sulfonilureas, las Biguanidas, los Inhibidores de la alfa-glucosidasa, las Tiazolidinedionas, la Repaglinida , etc.., cuya finalidad se centra, bien tratando de incrementar la producción de insulina a base de estimular el páncreas o bien procurando reducir la resistencia a la insulina.

Cuando los antidiabéticos orales no son capaces de regular las glucemias existe la alternativa de utilizar Insulinas naturales, sintéticas y análogos a la insulina, cuyos perfiles de acción son muy variables, pudiendo ser de inicio ultra rápido (a partir de los 10 minutos), hasta más retardados (de 3 a 4 horas). De la misma forma los picos de máxima actividad pueden ajustarse desde los 30 a 60 minutos hasta las 10 a 16 horas, llegando a fijarse su duración máxima desde las 4 a 5 horas hasta las 24 a 30 horas.

Estas insulinas pueden sustituir a las originales, producidas por el páncreas únicamente en cuanto a la eficacia de acción, pero presentan serias dificultades para poder regular la cantidad,  que es necesaria para un individuo concreto en cada momento del día.

Las necesidades reales de insulina dependen de muchos factores concomitantes, tales como los horarios, la cantidad y la composición de las comidas; la intensidad, la duración y las condiciones de la actividad física realizada; la profundidad y duración del descanso; las capacidades y los niveles de estrés soportados, además de las demandas puntuales de insulina relacionadas con infecciones bacterianas o víricas, dolores agudos o crónicos, emociones, alegrías, disgustos, etc. y cualquier otra situación capaz de alterar los equilibrios físicos o psíquicos del ser humano.

Estas situaciones tan cambiantes obligan a los pacientes a realizarse controles continuados de glucemias capilares y a administrarse el tipo y las cantidades de insulina más convenientes para cada circunstancia de su vida, teniendo siempre en cuenta los riesgos de episodios de hipoglucemias graves que se presentan con mayor frecuencia por las noches, debidos a las variaciones de sensibilidad de la insulina con el descanso y a los intentos de evitar los efectos hiperglucemiantes matutinos por la formación de otras hormonas.

Hoy por hoy, debemos reconocer que es muy difícil, además de muy costoso desde el punto de vista económico, llegar a conseguir un control correcto de la glucemia a base de inyecciones de insulina, que precisaría de: múltiples y variadas dosis de insulina, planificación exhaustiva de los tipos de alimentos, actividades físicas, tiempos de reposo y situaciones previsibles de estres, en relación a las dosis a inyectarse, frecuentes controles diarios de la glucemia capilar, definición de niveles aceptables de glucemia y planes de ajustes personalizados, apoyos técnicos y psicológicos de los equipos de seguimiento y controles periódicos de la HbA1c (Hemoglobina glicoxilada).  

 

Mi actitud ante los diabéticos ha sido en primer lugar, la de abrirles una puerta a la esperanza, haciéndoles ver que es posible, en la mayoría de los casos recuperar el equilibrio hormonal inicial y restablecer el funcionamiento normal del sistema, a base de mantener en lo posible una situación estable de equilibrio integral de las personas, mediante una alimentación bien planificada y compensada, junto con la normalización de sus estilos de vida.

El futuro que tenían por delante los diabéticos, plagado de complicaciones y limitaciones de todo tipo no era muy halagüeño ni prometedor y cabía la esperanza de mejorar el presente o al menos intentarlo.

Los diabéticos somos los individuos metabólicamente más sensibles y nuestros márgenes de maniobra con el medio en el que nos desenvolvemos son bastante más limitados, en relación al resto de los humanos.

 Mientras la mayoría de las personas no diabéticas pueden permitirse varias licencias y desordenes en su vida cotidiana, los diabéticos somos capaces de acusar cualquier ligera desviación en nuestro comportamiento. Es como si el camino por el que transitamos fuera sensiblemente más estrecho que el de los demás y tuviéramos desniveles a ambos lados de la vía por los que podríamos precipitarnos. Mientras el común de los ciudadanos deambula por carreteras sensiblemente más amplias, que les permiten márgenes superiores de movilidad sin el riesgo de salirse de la calzada, nosotros tenemos que transitar únicamente por el centro, so pena de complicaciones severas.

La aceptación de estas premisas en la práctica diaria nos permite volver a la normalidad y llevar una vida totalmente regular con una calidad de vida y una longevidad, similares a las de nuestros compañeros de viaje, cuando no superiores, al haber entendido, aceptado y practicado desde los primeros embates las reglas de juego más adecuadas para el organismo humano.

En consonancia con estas reflexiones estoy lógicamente en contra de quienes defienden y proponen para los diabéticos la panacea de llevar una vida más libre y anárquica, sin someterse a comidas ni horarios estructurados, con la engañosa oferta de alcanzar una "creatividad sin restricciones", solo compensado con un "tratamiento intensivo y flexible" a base de múltiples autocontroles de la glucemia capilar y las correspondientes dosis de las insulinas más adecuadas al momento.

Por el contrario y en concreto trato de animar a mis clientes a nutrirse adecuadamente para restablecer el equilibrio en su maltrecho eje "Insulina-Glucagón", que nos garantizará la cobertura plena de todas las necesidades energéticas, demandadas por nuestras células, a la vez que nos va a permitir la renovación celular en todos los frentes y muy especialmente en los órganos más afectados por los malos tratos inferidos anteriormente.

La formula es siempre la misma: "Darle al sistema lo que él necesita en cada momento para su mantenimiento y regeneración". Ya habrá adivinado el lector que es tan sencillo como lo que hace una madre con su niño lactante: proporcionarle el alimento adecuado y suficiente cuando tiene hambre, que normalmente se concreta en una toma cada tres o cuatro horas y un total de cinco a seis comidas al día. Con frecuencia comento que estas verdades de “Pero Grullo” ya las recomendaría mi abuela, que era una matrona con sentido común, hace más de 100 años.

Así pues, en todas las comidas ajustaremos los hidratos de carbono y las proteínas alrededor de la proporción 4 / 3, procurando que los hidratos elegidos tengan un "Índice Glucémico bajo", es decir, que su absorción sea lenta para no provocar excesos en la glucemia postprandial. Las proteínas elegidas deben ser de alta calidad, o sea, portadoras y suficientes en los ocho aminoacidos esenciales para el ser humano.

Siempre insisto en que no basta con equilibrar la comida y que esta sea suficiente, sino que hay que garantizar su absorción plena, evitando las pérdidas de nutrientes por los vómitos o por las heces. En la práctica general suele dar buen resultado tomar conciencia de la importancia de la masticación y del disfrute derivado de la degustación y paladeo de los alimentos y la convicción de que los alimentos son nuestra mejor y más saludable de las medicinas.

Con esta medida dietética tan elemental las glucemias permanecen bastante estables, se administran mejor los depósitos de glucógeno, va desapareciendo la sensación de hambre o de “falsa ansiedad”, las necesidades de insulina se reducen a mínimos y se empieza a correr el riesgo de "hipoglucemias", derivadas del "exceso relativo" de los hipoglucemiantes, que anteriormente eran necesarios.

Organizar la estrategia idónea para que cada usuario sea capaz de reordenar la toma de sus medicamentos o de sus insulinas, ajustándolos a las necesidades de cada momento de su vida, es la tarea más delicada a la que nos tenemos que enfrentar, hasta lograr, si es posible, la no dependencia de ayudas externas para el mantenimiento de un estado óptimo de salud.

Si los Médicos de Atención Primaria, los Médicos especialistas en Endocrinología y Nutrición y las Enfermeras Especializadas en Diabetes, que vienen haciendo una labor inconmensurable, han conseguido informar y educar a los pacientes en los objetivos del "autocontrol" y las ventajas en salud que les reporta, el éxito estará casi garantizado, dependiendo únicamente del grado de implicación del paciente y de la capacidad regenerativa de su organismo.

El ejercicio físico moderado y rehabilitador debe estar siempre en el programa de recuperación de los pacientes diabéticos, adaptado por supuesto a las posibilidades y capacidades de cada individuo, teniendo presente que "órgano que no se estimula se atrofia" y que "la regeneración celular y orgánica se produce a demanda".

No quiero obviar la importancia vital que representa el garantizar un descanso suficiente y reparador, que suelo cifrar alrededor de 8 horas, más uno o dos descansos de entre 10 y 30 minutos por día. Igualmente insisto en cambiar ciertas actitudes ante la vida, cuando estas son provocadoras de estrés, puesto que "nada ni nadie debe ser tan importante como para impedir o dificultar nuestra regeneración".

Los extraordinarios resultados obtenidos por muchos pacientes diabéticos, entre los que me encuentro, que hemos aprendido a poner en práctica el autocontrol de nuestro estado de salud, permiten ser moderadamente optimistas y volver a creer en las fuerzas de la naturaleza, que siguen siendo capaces de regenerarnos, cuando le proporcionamos las mínimas condiciones para ello.

El primer paso teórico, que todos los médicos proponemos a nuestros pacientes suele consistir en recomendar el abandono de ciertos hábitos nocivos, la práctica moderada de ejercicio físico, el control del peso y el seguimiento de una dieta equilibrada, para, a continuación, centrarnos en la receta de los fármacos, que nos parecen los más adecuados a las necesidades de los pacientes.

Cada vez la eficacia real de los cambios higiénicos dietéticos la tenemos más en entredicho, probablemente influenciados por la mayoría de las publicaciones técnicas a las que tenemos acceso. Estas publicaciones, como es lógico y comprensible, no tienen especial interés en promoverlos, antes bien los obvian y defienden primordialmente el uso de sus productos estrella para paliar, mejor que erradicar, cualquier tipo de patología.    

Desearía que, tras el análisis de estas reflexiones y de los resultados tan fácilmente comprobables y reproducibles, fuéramos cada día mayor el número de los profesionales sanitarios y los pacientes que tomáramos conciencia de que el autocuidado y la potenciación de las capacidades regenerativas del organismo, pueden aportar soluciones importantes en materia de salud, a la vez que se reducen notablemente los desorbitados gastos sanitarios actuales.

NOTA: Los editoriales no pretenden tratar los temas de manera exhaustiva, sino únicamente señalar algunos aspectos puntuales, que al autor le han parecido interesantes en este momento.