MEDICIÓN

Hay muchas formas de medir las situaciones de exceso en relación a la masa corporal y en cualquiera de ellos pueden predominar la masa magra (huesos y masa muscular), la masa grasa o incluso la cantidad de agua.

Para cualquiera de nosotros es relativamente fácil distinguir por ejemplo en la playa a quienes les sobran o les faltan algunos kilitos de grasa en su cuerpo, sin embargo cuando intentamos cuantificar el fenómeno, basándonos en medidas tan simples, como la talla y el peso, cometemos errores de bulto que hacen poco creíbles los resultados obtenidos.

Un claro ejemplo lo encontramos en el famoso Índice de Masa Corporal  (I. M. C.),  que se obtiene de la división del peso del individuo en kilos, partido por su talla en centímetros al cuadrado. IMC = Peso / Talla x Talla.

Este cálculo tan sencillo suele servir para hacer cálculos estadísticos, comparables en cualquier grupo poblacional y para establecer escalas por encima o por debajo de las cifras que los expertos consideran como normales, pero todos estos valores son convencionales, que permiten establecer diferentes cortes más o menos consensuados y sirven para señalarnos diferentes grados en el sobrepeso o en el infrapeso.

En el caso del I. M. C.  se considera situación de normalidad, cuando al dividir el peso en kilogramos entre la altura en centímetros, elevada al cuadrado,  el resultado está entre 20 y 25.  Si el resultado fuera inferior a 20 lo consideraríamos “bajo peso” y si supera la cifra de 25 lo consideraríamos “sobrepeso” hasta el valor 30. Por encima de esas cifras hablaríamos de “obesidad” y a su vez podríamos graduar de cinco en cinco unidades el grado de obesidad (grado 1, grado 2, grado 3, etc.)

Todo esto es un artificio que intenta cuantificar de una forma matemática y simple el exceso de peso en relación a la altura que presentan las personas y, como toda simplificación, no es útil ni aplicable en muchas de las ocasiones particulares.

Si aplicamos este método a las personas con gran masa muscular (atletas, culturistas) o con mucha masa ósea (personas de gran estructura ósea), quienes lógicamente tienen incrementado su peso total, al dividir este valor por los centímetros de su altura al cuadrado, también presentan un aumento del Índice de Masa Corporal, sin que esto suponga incremento alguno del tejido graso, que es el parámetro que deberíamos valorar.

Al contrario ocurre con las personas de poca musculatura o escasa masa ósea, que aun teniendo una grasa superior a las proporciones ideales,  pueden presentar un (I. M. C.) falsamente  correcto.

Este índice también ha debido ser ajustado y diferenciado para hombres y mujeres adultos porque generalmente poseen diferentes masas óseas y musculares por razones biológicas obvias.

Hasta hace pocos años resultaba muy engorroso obtener una medición fiable del porcentaje de grasa de un individuo, debiendo recurrir a cálculos y tablas partiendo de los principales pliegues del cuerpo. Afortunadamente este problema ha sido solventado con los aparatos de impedanciometría, que proporcionan directamente unos valores de los porcentajes de grasa, respecto al peso total bastante útiles y coherentes.

En la práctica se considera aceptable para los varones adultos un porcentaje del 15 % y para las mujeres un 22 % de los pesos totales.

Independientemente de los índices que manejemos nuestro sentido común y estético nos alerta de si una persona está o no con más grasa de la debida, sobre todo si observamos su cintura en toda su circunferencia y más especialmente alrededor del ombligo.

A ese nivel se depositan habitualmente los excedentes de grasa, aumentando el volumen de la cintura de forma apreciable. Así es fácil reconocer si un individuo está en sus medidas óptimas o no, puesto que todos tenemos en nuestra retina imágenes de personas atléticas y modelos publicitarios que mantienen unas formas más o menos ideales, según los cánones de las modas vigentes.

No obstante si queremos hilar fino y tener un método fiable y sencillo a nuestro alcance, que nos confirme la presencia o ausencia de un exceso de grasa, podemos simplemente intentar coger con los dedos índice y pulgar de cada mano los pliegues de nuestra piel a derecha e izquierda del ombligo y encima de los huesos de las palas ilíacas, más conocidos como caderas.

Si estos pliegues están entre uno y dos centímetros probablemente tengamos la reserva grasa adecuada,  pero si están por encima o por debajo de esas medidas lo más probable es que, respectivamente, nos está sobrando o faltando tejido adiposo.